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Exploradora, etnógrafa y cronista de viajes, Ida Pfeiffer tuvo que esperar a cumplir los 45 años para poder dejarlo todo atrás y emprender el primero de los dos viajes que la harían pasar a la historia. Fue la primera mujer occidental en sobrevivir a los caníbales de la isla de Sumatra y sus publicaciones sobre viajes se acabaron convirtiendo en auténticos éxitos editoriales en el siglo XIX.

Ida Pfeiffer nació en Viena en 1797 en el seno de una familia con siete hermanos en la que creció como un niño más, en libertad, hasta que su madre decidió imponerle los rigurosos estereotipos que marcaba la sociedad de su tiempo. Fue entonces cuando Pfeiffer se rebeló contra ellos: no quería ser ni madre ni esposa. Sin embargo, antes de convertirse en una de las mujeres viajeras más intrépidas del siglo XIX, su madre la obligó a vestir como una dama y a tomar clases de piano. Ida llegó a quemarse los dedos con cera para no tener que asistir a aquellas largas sesiones musicales, aunque acabó enamorándose de su tutor, que tuvo que ser despedido.

Su madre, harta de tanta rebeldía, le arregló un matrimonio con un abogado que gozaba de una buena posición en el gobierno, pero ni la maternidad ni la vida familiar consiguieron que Ida abandonase sus deseos de escapar lejos de Viena. Como reconoce en sus crónicas, creció con el deseo de conocer mundo, pero no pudo hacerlo hasta que las circunstancias fueron propicias.

Al igual que a un artista le mueve el deseo de pintar o al poeta dar expresión a sus pensamientos, a mí me impulsa el deseo de ver el mundo. En mi juventud soñaba con viajar; en la madurez me complace reflejar lo que contemplo.

Tras verse salpicada por el escándalo de corrupción que manchó el nombre de su marido, Ida se distanció todavía más del hombre al que nunca había amado y de la tediosa vida familiar que le había sido impuesta. Con la muerte de su madre y la recepción de una pequeña herencia, vio la oportunidad de darle un giro a su vida: con 45 años, Ida Pfeiffer abandonó a su familia y se dispuso a vivir la vida que siempre había soñado.

En 1846, comenzó su primer itinerario. Mintió diciendo que iba a visitar a una conocida en Estambul, pero allí amplió su ruta viajando a Jerusalén, Egipto y Roma. Meses más tarde, embarcó rumbo a Islandia desde Dinamarca y subió al volcán Helka. Luego visitaría Brasil, Chile, Tahití, China, India, Persia , Asia Menor y Grecia. Enfrentando el agotamiento, la sed, el hambre, los incendios forestales, la amenaza de piratas, ladrones e incluso de caníbales, conoció las ciudades más espectaculares del planeta y también lugares salvajes e inexplorados, conservando especímenes de fauna y flora. Relató sus excepcionales experiencias en unas crónicas, que acabarían siendo un éxito de ventas en la época. En su prefacio relataba:

Habrá quienes piensen que hice un viaje tan largo por vanidad. Lo único que puedo decir es que el que así lo entienda debería emprender una aventura como la mía para convencerse de que nada, salvo un interés natural por viajar, un deseo desmesurado por adquirir nuevos conocimientos, podría ayudar a una persona a superar las dificultades, las privaciones o los peligros a lo que yo he estado expuesta.

Con respecto a las dificultades y peligros de su pionera hazaña, su edad avanzada (para la época) le reportó ciertas ventajas: en una sociedad tan sexista como la de entonces, ser una mujer mayor le proporcionaba una cierta sensación invisibilidad, puesto que era considerada poco atractiva, lo que le permitía rodearse de compañeros de viaje experimentados y ser apoyada y respetada por las autoridades coloniales.

Con el éxito de sus primeras crónicas financió su segunda vuelta al mundo, que comenzó en Singapur y recorrió África en profundidad. Para entonces, su fama ya la precedía y, esta vez, Ida recibió invitaciones de compañías ferroviarias y navieras que la ayudaron a viajar sin coste. Las sociedades geográficas de Berlín o París la aceptaron entre sus miembros de forma extraordinaria, aunque la de Londres le denegase la membresía por una cuestión de género.

Marcada por un carácter indomable y una curiosidad innata por lo desconocido, de sus aventuras pioneras e inéditas, Ida nos legó cientos de historias, dignas de escenas de película, como la de los caníbales de Sumatra, que años antes se habían comido a dos misioneros, bailaron para ella danzas de bienvenida antes de amenazarla con cortarle el cuello con sus lanzas. O cuando en Madagascar fue juzgada por una reina iracunda, que la acusó de conspirar contra ella. Fue en esta isla africana donde contrajo unas fiebres (se cree que podría haber sido malaria), que mermaron su salud definitivamente. Ida logró llegar a Viena, pero no logró recuperarse y murió unos meses después, en 1858. Tenía 63 años. Aunque sus libros fueron muy populares a finales del siglo XIX, dejaron de imprimirse y, poco a poco, la figura de Ida Pfeiffer cayó en el olvido. Sin embargo, sus increíbles hazañas inspiraron a numerosos viajeros y, sobre todo, viajeras, en las décadas posteriores.

Toda la información e imágenes son de FREEDAMEDIA.
Link original: https://freedamedia.es/2020/07/21/ida-pfeiffer-la-mujer-que-dio-dos-veces-la-vuelta-al-mundo/?fbclid=IwAR2zdS3uSuMUi7IN_WBoRJgLfuKsQsgj7ojUtxYPLGM8rVGaVyWyEnxHn0c

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