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Isabella Lugski, una científica estadounidense que vivió de 1921 a 2017, desarrolló una serie de técnicas directas para analizar datos de difracción de los rayos X. Estas aportaciones recibieron un Premio Nobel de Química en 1985, pero no lo recibió ella, sino su esposo y compañero de investigación, Jerome Karle.

Como Isabella, muchas mujeres en la historia han producido conocimiento fundamental para el desarrollo de las ciencias exactas, pero han quedado invisibilizadas en los reconocimientos, los galardones e incluso sus nombres y apellidos han quedado fuera de las firmas de los estudios y publicaciones.

Cuando era pequeña, los Reyes Magos me trajeron un laboratorio Mi Alegría, con lentes, bata, termómetro, pipetas y hasta microscopio. Como en mi casa también dejaban regalos para mis primos, no estaba segura de que el laboratorio fuera para mí, pero sí, tenía mi nombre. Esa fue la primera vez que pensé que podía ser científica, lo raro es que todos los científicos que conocía, en aquel tiempo, eran varones

La ciencia siempre ha tenido rostros de mujeres, pero científicas como Lugski, Nettie Stevens o Gerty Cori no la tuvieron fácil para que sus aportaciones fueran reconocidas. Y, aunque parece que las cosas avanzan, las niñas y las mujeres de ahora todavía enfrentan retos.

¿Cómo es ser mujer y estudiar ingeniería?

“A mí me tocó estudiar en un período muy difícil, tenía que estudiar muchísimo, en algunos grupos era la única mujer al lado de 40 hombres, siempre pasaba al pizarrón o me preguntaban las cosas por ser la única mujer, como para demostrar porque estaba ahí, la presión era bastante, siempre tenía que estudiar más. Siempre fue muy notoria mi presencia por ser la única mujer. Sufrí acoso por la manera de vestir, yo solía usar falda y, desde esa época, uso puro pantalón. Recuerdo que en las aulas se hablaba mal de las mujeres y tenía profesores que hacían como si yo no estuviera presente”, cuenta Dominga Ortiz Bautista, ingeniera química por la UNAM y docente de la Facultad de Estudios Superiores (Fes Zaragoza).

Dominga Ortiz tiene 40 años desempeñándose como ingeniera química en el mercado laboral, de los cuales 10 trabajó en la industria de la construcción electromagnética y 30 se ha dedicado a la academia.

Si graduarse en ingeniería e insertarse en el mundo del trabajo no es fácil hoy, hace 40 años mucho menos, había que comportarse como hombre para que te respetaran, resalta Ortiz Bautista. “En todos los eventos y presentaciones era la única mujer, tuve que formarme un carácter fuerte, no dejarme de nadie”.

De acuerdo con las cifras más recientes disponibles, en las carreras físico-matemáticas y de ingeniería de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) las mujeres representan cerca del 30% de los nuevos ingresos. Hace un par de décadas no representaban ni siquiera el 10 por ciento.

Estas cifras reflejan que, cada vez, más mujeres deciden estudiar estas carreras, e incluso las mujeres alcanzan tasas de egreso y titulación más altas.

La experiencia de Daphne Robles Ruíz, egresada de la carrera de Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en ESIME Zacatenco (IPN), da cuentas de esto. “Mi hermana había estudiado lo mismo y me contaba de que había pocas mujeres y todo eso. Pero para mi sorpresa, el primer día de clases, me encontré con un salón lleno de mujeres, y no era el único, había otros dos que estaban llenos de mujeres”.

Desafortunadamente tener más mujeres graduadas en estas áreas no ha implicado que sus oportunidades laborales o de reconocimiento sean iguales. Especialmente cuando ser mujer se combina con la juventud, la diversidad sexual u otras interseccionalidades.

Las barreras se hacen más grandes en el mundo laboral

“Yo, por ejemplo, siento que me tengo que esforzar más por el hecho de ser mujer, y todavía más por ser mujer joven. Esto me orilla a esforzarme el doble para que mi conocimiento sea validado. Cuando alcanzas reconocimiento es gratificante, pero no tendría que ser tan duro probar mis capacidades”, dice Daphne Robles.

Daphne Robles es Consultora de Servicios Profesionales en Amazon Web Services, uno de los gigantes tecnológicos multinacionales. En esta compañía incluso hay programas de género en donde se abren vacantes para mujeres, pero tampoco han tenido éxito.

No sólo tienen que trabajar el doble para que las vean y reconozcan, también tienen sueldos y salarios más bajos.

Las cifras de la ENOE (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo) también muestran que las mujeres en áreas de ciencias exactas e ingenierías perciben, en promedio, ingresos 20% menores que sus pares hombres.

La esperanza de un mejor panorama para las nuevas generaciones

Aunque el camino es largo y el piso es desigual en las ciencias y la tecnología, lo cierto es que cada vez más mujeres se sientan en sillas que siempre estuvieron ocupadas por varones, toman micrófonos, reciben galardones, se ponen trajes de astronauta, descubren curas para distintas enfermedades, patentan vacunas y desarrollan modelos matemáticos.

Ver más mujeres y tener más mujeres en estas áreas produce que las niñas puedan soñar y crecer sabiendo que la ciencia no es sólo de hombres y que, además, la ciencia necesita de las mujeres.

“Si tuviera que decirle algo a las niñas, les diría que la ciencia es un mundo maravilloso. Estudiar por qué las cosas cambian, por qué los pájaros vuelan, cómo vuelan los aviones, cómo funcionan los barcos y cómo hacer que lleguen a sus destinos, qué trayecto sigue la luz para llegar a las casas, cómo funciona un celular y qué tiene adentro. Es sólo gracias a la ciencia que tenemos la posibilidad de usar nuevos productos que nos maravillan día con día. Les diría que la tecnología está en todos lados y se necesita para todo, hasta para fabricar dulces y chocolates”, dice Dominga Ortiz, académica de la UNAM.

En las ciencias y en la tecnología, como en todos los ámbitos, hay una brecha de género importante y los retos para alcanzar sociedades más justas todavía son muchos. Pero es fundamental visibilizar todo lo que las mujeres hacen, lo que han hecho siempre, darles voz y reconocimiento, fomentar la igualdad de oportunidades en el desarrollo académico, señalar y reprobar los estereotipos de género y crear condiciones laborales dignas en estas áreas.

Es cierto que hay barreras para las mujeres en estas áreas, y en otras, no se trata de negar estas brechas. Pero no nos define, ni define nuestras capacidades. Es importante decir que no es imposible lograrlo, que las mujeres podemos y hacemos ciencia, agregó Daphne Robles.

Cada 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Que cuando las niñas piensen en científicos, piensen en femenino. Y que el camino que han recorrido Hipatia de Alejandría, Ada Lovelace, Marie Curie, Katya Echazarreta o Anamaría Font Villarroel no deje de ser ejemplo para las nuevas matemáticas, físicas, químicas, ingenieras, científicas de datos o desarrolladoras de software.

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FuenteEsta nota fue realizada por EL ECONOMISTA. Aquí puedes leer la original.
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