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«Quería que el lector terminase muy enfadado» por una cultura de la violación que aún se trivializa en la sociedad, dice la autora de un «boom» editorial que marcó el movimiento MeToo en su país.

Cuando Louise O’Neill (Cork, 1985) escribió «Tú te lo has buscado» (Ed. La Esfera de los Libros) en 2015, el movimiento MeToo ni siquiera estaba en galeradas. Un lustro después, ella misma se ha convertido con su relato en adalid del feminismo en su país. Pero también ha visto cómo en cierta manera la «cultura de la violación» se ha instalado en series («Por trece razones» y «Believe Me»), películas y un anaquel lleno de libros. La escritora irlandesa se resiste a pensar que esta temática «vende» (a pesar de que su segunda novela se ha adaptado al teatro y va a emitirse en una plataforma de televisión), sino que es necesaria su difusión para que se conozcan las consecuencias de una agresión sexual y, sobre todo, las diferencias que para la vida de una víctima tendrá que se la crea o no se la crea.

Las víctimas conducen la obra. Sus amigas y conocidas. Ella misma sufrió un episodio que pone piel al tormento de la protagonista, Emma O’Donnovan, la chica que pasó de ser la más guapa y popular de un pequeño pueblo a una buscona. Pocas veces una novela recrea tan fielmente lo que sienten decenas de adolescentes cada jornada sabatina: desde la elección de un vestido a la presión social para beber esa última copa.

¿Conoce a muchas Emmas?

Antes de empezar a escribir, me sentía con la obligación de que la historia fuera auténtica. Hay muchos mitos en torno a la violencia sexual y me daba miedo perpetuarlos y hacer más daño: investigué en el Centro de Apoyo a las víctimas de violación de Cork [su ciudad natal], hablé con supervivientes y me documenté. También hablé con amigas que habían pasado por algo similar, yo misma sufrí violencia sexual; y lo que sucedió es que tras su publicación muchas más personas vinieron a contarme lo que les había sucedido a los 17, 18, 19 años. Me parece interesante reflexionar acerca de cómo tuvo que pasar tanto tiempo para que fueran capaces de pronunciarlo en voz alta. Me llegó incluso a sobrepasar que me llegaran tantas historias similares a Emma. Me consumió. Las estadísticas dicen que una de cada tres mujeres sufren en vida algún tipo de abuso. Es atroz.

¿Qué le ocurrió a usted, escribir este libro le ha servido como bálsamo?

No voy a hablar sobre lo que me ocurrió. Pero sí me basé en mis recuerdos y lo que sentí tras sufrirlo. Recuerdo sentirme avergonzada, deprimida, no poder salir de la cama y el impacto que tuvo en mi imagen corporal. En aquel momento sufría un desorden alimenticio y después de ese «acontecimiento», empeoró, comencé a dañarme para sentirme mejor. Utilicé eso y junté piezas para sacar el libro, que es ficción.

Alude mucho en el libro a la belleza sin par de Emma. En esta sociedad obsesionada con la apariencia, ¿la belleza es un lastre para la mujer?

Es un debate muy acertado: no creo que el problema sea si eres bella o no, sino la idea de que nuestra apariencia es lo que nos da poder y es falso. El poder nos viene del sentido del humor, de ser agradables e inteligentes. Muchas veces no te sientes guapa y piensas: «¿Si lo fuera, no sería más feliz?». Ese ideal supone una carga para todas las chicas que tiene un impacto negativo en nuestra salud mental. Pero no importa, realmente, eres libre de tomar tus decisiones. En eso consiste el feminismo.

«Tras la violencia que sufrí, me sentía avergonzada, no podía salir de la cama y me dañé a mí misma»

Pero creo que la víctima es la mayor sexista de la novela, precisamente

Todos hemos internalizado ciertos mensajes de lo que hace cada género y hay mujeres machistas. Es más, hay personas que para llegar a ser feministas, tienen que estar toda la vida aprendiendo y tratando de olvidar aquello que les inculcaron. La educación es crucial.

Las redes sociales no ayudan, ¿cuesta más ser mujer en el mundo digital? ¿No están multiplicando esos canales los estereotipos de género?

Sí, las redes tienen una doble vertiente, por un lado, está proliferando gente más joven con iniciativa y consiguiendo también movilizaciones como «I believe her» («Yo la creo»), o las protestas de la Manada. En la cara negativa, se necesita parar ya el discurso del odio y utilizar otro tipo de lenguaje. Volvemos a la importancia de la educación: si a los jóvenes se les enseña sobre el porno, el consentimiento y el físico, al final van a entender que lo que se ve en las redes no es real, pero les va a dar formas de expresarse mucho más saludables. La sociedad hace que la mujer odie su cuerpo, con el fin de venderles ropa, maquillaje, etc. y aprovecharse de esa debilidad.

¿Se trivializan las agresiones?

Totalmente. A las víctimas muchas veces se las llama mentirosas, se les dice que se arrepienten de haberse acostado con alguien… Es normal que les cueste hablar, sobre todo si el violador es del entorno. No quieren creerles. Es complicado; las violaciones van ligadas a la culpabilización y la vergüenza. Pero el único culpable es el violador: la tasa de denuncias falsas es bajísima, pero la tasa de criminalidad también es pírrica, lo que hace ver a los violadores que no les va a pasar nada.

«Vamos a hacer como si no hubiera pasado», anticipa en la pág. 93. Decepciona que la víctima capitule. ¿Era así como tenía que terminar?

Si quería que la historia fuese realista, sí. Muchas víctimas se retiran porque se sienten vulnerables y presionadas ante el juicio. Cuando comencé el libro, pensaba que Emma iría a por todas, pero comprobé las estadísticas y solo en uno de cada cuatro casos en Irlanda la Fiscalía lo lleva a juicio. Las violaciones quedan impunes. Además, yo quería que el lector terminase muy enfadado y pensara que el sistema legal no está apoyando suficiente a las víctimas.

Toda la información e imágenes son de ABC.
Link original: https://www.abc.es/sociedad/

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