Anuncios

El monoplaza de 600 kilogramos de peso ruge cual bestia desenfrenada. El acelerador a fondo y la máquina alcanza los 225 kilómetros por hora, una velocidad similar (226 km/h) que logra una avioneta tipo Cessna 172. El bólido de la Fórmula 4 recorre los 4.3 kilómetros de la pista en 1.46 minutos, una de las vueltas más rápidas registrada en el primer entrenamiento de la carrera previa al Gran Premio de México celebrada en el Autódromo Hermanos Rodríguez en la Ciudad de México. Atrás del volante se encuentra Alexandra Monhnhaupt, de 17 años. Una adolescente de un metro con 67 centímetros de estatura y 50 kilogramos de peso, la única piloto femenina de la Fórmula 4.

Para esta estudiante de preparatoria nacida en Puebla, conducir a esas velocidades es disfrutar una de las cosas de su vida más apasionantes. “Me relaja, es mi método de relajación”, dice, como si nada fuera extraordinario desde el Autódromo Miguel E. Abed en Amozoc, en entrevista con EL UNIVERSAL.

Compitió contra 15 pilotos hombres en línea en la segunda fecha del FIA Fórmula 4 Nacam México, que se realizó como preliminar de la F1 y llegó al podio en la segunda posición.

“Estar manejando es lo que más me gusta hacer todos los días”, agrega quien creció jugando con autos Hot wheels, armando Legos de vehículos de alta velocidad y rompiendo marcas en el Xbox.

A los nueve años se trepó a un Go Karts y alcanzó hasta 80 kilómetros, pero era insuficiente; después de más de 200 podios con esos miniautos, saltó a la Fórmula 4 y el año próximo recorrerá las pistas, pero en la Fórmula 3 en Europa, donde deberá apretar el acelerador hasta alcanzar los 290 kilómetros.

“Al principio era más nerviosismo, pero te acostumbras a la velocidad: no siento cuando voy en una curva a 120 o más, hasta que bajo la mirada y se ve a qué velocidad, me encuentro concentrada en lo que hago y en cómo ir más rápido”, afirma.

Su madre es poblana, su padre un alemán que llegó a esa ciudad acompañando a las empresas de autos que se asentaron en la región. Él venía por 15 días, pero suma 25 años de matrimonio y cuatro hijas de 24, 23, 17 y nueve años. Una de ellas es Alexandra, quien sonríe poco, pero se le nota contenta, más cuando se enfunda en su overol de competición y toma su casco de protección.

Desde niña mostró dotes para los deportes. En el segundo año de kínder comenzó a practicar el taekwondo. “Siempre competía con gente más grande y era más duro”, rememora y añade que llegó a cinta negra con rojo, el máximo nivel para una niña de 12 años, edad hasta la que practicó las artes marciales.

En la escuela del Club de Futbol Barcelona, ubicada en Puebla, jugó en la posición de media central desde los siete hasta los 11 años, cuando le llegó la oferta para irse a competir en el club catalán a España.

“Una infancia muy bonita, era más una infancia de deportista, porque siempre me la vivía activa; muy involucrada en los coches, no jugaba a las Barbies o a la cocinita, yo jugaba con videojuegos o coches”, relata. El taekwondo y el Barcelona jamás lograron superar la pasión por el automovilismo. Ambas disciplinas las abandonó y se enfocó al cien por ciento a conducir tras una máquina de velocidad.

Su padre le obsequiaba autos Hot wheels, muchos de los cuales estaban desarmados y debía completarlos; otros más eran Legos con los que pasaba horas dándoles forma.

Información: El Universal

Anuncio
Artículo anteriorConversan mujeres sobre libre decisión a no ser madres
Artículo siguiente“El lenguaje puede ejercer violencia, jerarquía y poder”