Anuncios

Hace poco, hablando con unas amigas sobre cómo la sociedad se enfrenta al envejecimiento femenino  me vino a la mente un reciente caso claro de doble rasero. Recordé cuando en 2019 se empezaron a publicar unas imágenes de Keanu Reeves –la persona favorita de todo internet– junto a una mujer que, según decían los rumores, era su nueva pareja. Esta mujer es Alexandra Grant, una artista que vive en Los Ángeles, de la que los medios destacaron sobre todo un detalle: que ha decidido no teñirse el pelo y lucir sus canas sin complejos. Así que, mientras internet se deshacía en elogios hacia Keanu Reeves por salir con una mujer más o menos de su edad –el actor tenía en aquel momento 55 años y ella 46–, rompiendo así con el tópico hollywoodiense de hombres mayores que solo salen con mujeres jovencísimas (hola, Leonardo DiCaprio), muchos aprovecharon para cebarse con ella, criticándola por no teñirse el pelo, – cosa que por cierto, se convertiría en tendencia durante los meses de pandemia – por parecer mucho más mayor de lo que es o por no preocuparse lo suficiente por su aspecto.

Es normal que esta relación generase, y aun siga generando cierta expectación. Keanu Reeves es una persona de lo más discreta y, desde hace años, no aparecía en público con una pareja. Puesto que, dada su repentina fama en internet, la felicidad de Reeves parece haberse convertido en un asunto de estado, es normal que la gente se alegre de que el actor haya encontrado el amor. Más aún teniendo en cuenta que su pasado sentimental está marcado por la tragedia: en 1999, él y su pareja Jennifer Syme perdieron al bebé que acaban de tener y, dos años después, ella murió en un accidente de tráfico. Desde entonces, no se le han conocido otras parejas. La historia entre Reeves y Grant comenzó como una amistad, que derivó en una colaboración profesional –juntos publicaron el libro Ode to Happiness en 2011 y su secuela Shadows en 2016, e incluso han fundado la editorial X Artists’ Books– y poco a poco, se fue convirtiendo en algo más.

https://twitter.com/jackiembouvier/status/1191694070785204224?s=20

Así que es justo decir que muchas de las reacciones han sido positivas (algunas también han sido delirantes, como quienes confundieron a Alexandra Grant con Helen Mirren, algo que, por cierto, ella se tomó como un verdadero halago), pero las que no lo han sido se han centrado básicamente en criticar el aspecto de ella. Pasando por alto el hecho de que el listón está muy bajo si, en pleno siglo XXI, estamos alabando a un hombre por no elegir una pareja 30 años más joven que él, el caso de Alexandra Grant es un claro ejemplo de que a las mujeres siguen sin dejarnos envejecer en paz.

Por mucho que insistamos en que el pelo gris es tendencia o en que las arrugas son de lo más natural, la presión por tratar de aparentar siempre menos edad de la que tenemos, sigue estando ahí. Y aunque es perfectamente normal que una mujer de 46 años tenga el pelo gris –yo estoy en la treintena y tengo un millón de canas en la cabeza–, seguimos asociándolo a la vejez. De hecho, al ver las fotos de la pareja por primera vez, mucha gente pensó que ella era mayor que él, cuando en realidad, Reeves tiene nueve años más que Grant.

El problema es que la vejez, de acuerdo con los estándares de nuestra sociedad, es algo malo. En inglés existe el término ageism, que podría traducirse como edadismo o discriminación por edad. Hace referencia a las creencias, prejuicios y estereotipos que rodean a las personas mayores y que, en muchos casos, les llevan a vivir situaciones de discriminación en una sociedad donde lo que prima es la actividad, la productividad y la juventud. Tenemos asociada la vejez a ciertos aspectos indeseables que nos provocan rechazo y, por tanto, hacemos extensivo ese rechazo a las personas que ya han envejecido.

Ni siquiera es el caso de Alexandra Grant, que no ha cumplido aún los 50, pero debido a su pelo canoso, todo el mundo se ha inclinado a pensar que es más mayor de lo que en realidad es. Y eso, al parecer, es un problema, porque los estándares de belleza que se  nos aplican a las mujeres dictan que alguien con el pelo gris debería teñírselo para no aparentar más edad de la que tiene. A las mujeres solo se nos permite envejecer si seguimos estando guapas, o al menos, esforzándonos por estarlo. Si no te tiñes el pelo no pareces estar esforzándote mucho. Y sinceramente, ¿por qué tendríamos que esforzarnos si no queremos? El color de pelo debería ser una simple elección estética más y no un signo que determine nuestra edad o el empeño que ponemos en nuestro cuidado personal. Ya es hora de que a las mujeres nos dejen envejecer como nos de la gana, con canas o sin ellas, que nos dejen mostrarnos como más cómodas nos sintamos sin ser juzgadas por todas y cada una de nuestras decisiones estéticas.

Toda la información e imágenes son de FREEDAMEDIA.
Link original: https://freedamedia.es/2021/05/17/dejad-que-las-mujeres-envejezcamos-en-paz-2/

Anuncio
Artículo anteriorUn cuento para hablar del (no tan obvio) derecho de las madres a viajar y tener tiempo libre
Artículo siguienteLadrillos de plástico, ejemplo de sustentabilidad en la arquitectura