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A principios de diciembre, en The Guardian, la periodista Diane Taylor contó la historia increíble de una joven yemení que “cruzó ocho fronteras, dos desiertos y un mar” para llegar al Reino Unido y solicitar asilo político. La que viajó en avión el 14 de noviembre de 2019, es una joven de 29 años, llamada Noor, quien luego continuó en jeep por un primer desierto, luego a pie por un segundo desierto, hasta llegar a Europa y cruzarla (concretamente, España) hasta llegar, en julio de 2020, a la ciudad de Calais, al norte de Francia, donde luego se embarcó en un bote y navegó por el Canal de la Mancha hasta las costas de Inglaterra. Obviamente, no se trataba de una travesía normal: en muchos momentos la joven yemení corrió el riesgo de ser engañada o abusada, o incluso de morir. Solo para cruzar la frontera entre Argelia y Marruecos, tuvo que hacer 17 intentos. Corrió el riesgo de morir ahogada en las aguas del Canal, y tuvo que pagar miles de euros para pagar a los traficantes y sobrevivir.

No es frecuente que las mujeres yemeníes se embarquen en un viaje de este tipo sin compañía, pero Noor estaba decidida a huir de su país, no solo para salvarse a sí misma, sino con la esperanza de salvar a sus cuatro hijos, a quienes tuvo que dejar atrás, ya que en su país están en riesgo todos los días a causa de la terrible guerra civil que acontece en esta parte del mundo desde hace cinco años. Además de lo extraordinario de su viaje y su determinación, Noor también es una mujer excepcional por otro motivo: obligada por su padre y su tío a casarse a los 14 años, consiguió el divorcio y se ha convertido en una activista de derechos humanos y de los de las mujeres, defendiendo el derecho de las niñas y mujeres a la educación a través de su trabajo como periodista, y luchando contra el problema del matrimonio forzoso, que, por cierto, supone una amenaza para su hija mayor en este momento.

Mientras esperaba que su solicitud de asilo fuera aceptada por el gobierno británico, Noor dijo, refiriéndose a su trabajo como activista: “Tal vez haya sobrevivido a este terrible viaje para poder transmitir mi mensaje”. De hecho, este intenso testimonio nos recordó una vez más no solo lo difícil que es la vida y la supervivencia de los refugiados políticos en todo el mundo, sino también lo grave que es la situación de las niñas, niñas y mujeres en Yemen. Como informa The Guardian, el estado ubicado en el extremo sur de la Península Arábiga en 2019 ha sido descrito por la Oficina de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas como uno de los peores lugares del mundo para ser mujer, una afirmación que también comparte Amnistía InternacionalEsta verdad también se refleja en el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial, en el que Yemen lleva ocupando el último lugar durante 13 años consecutivos.

Como informó ONU Mujeres en 2018, la mayoría de los desplazados internos son mujeres (en ese momento eran el 76%, y el 21% de las familias están lideradas por niñas menores de 18 años), por lo que son las que pagan el precio más alto de la guerra civil en Yemen; que sabemos en sí mismo es uno de los conflictos más preocupantes del mundo, y que hasta ahora se ha cobrado un número inimaginable de víctimas, debido al conflicto, pero también a la falta de alimentos, agua, medicinas y servicios básicos. A pesar de la gravísima situación en el frente de la violencia de género (las tasas de violencia sexual y matrimonio precoz son muy altas), en Yemen las mujeres ocupan ahora roles tradicionalmente reservados a los hombres en la economía familiar (todos los hombres están muertos, heridos o sin trabajo), al mismo tiempo que siguen desempeñando un papel fundamental en la ayuda a sus hogares y comunidades.

La pandemia solo ha llegado a acrecentar la gravedad d el situación, ya trágica e inhumana: como informó el pasado julio ONU Mujeres, Covid-19 ha interrumpido los esfuerzos intentos que estaban realizando muchos yemeníes para mantener económicamente a sus familias. El cierre de escuelas ha incrementado la carga de cuidados y cuidados de las madres, y sabemos con certeza que los casos de violencia doméstica y de género se han incrementado aún más, aunque la situación actual del gobierno dificulta mucho la obtención y verificación de datos sobre la situación.

La ONU y sus agencias, así como muchas ONG, continúan haciendo todo lo posible para defender y apoyar a las niñas y mujeres de Yemen: pero es importante que su destino también se convierta en una prioridad para todos nosotros, que la cobertura de los medios crezca y tantas fuerzas como sea posible se comprometan a revivir estos pueblos, ya increíblemente valientes y resilientes. Además, según un informe publicado este año por la Red Mediterránea de Mujeres Mediadoras, esto es absolutamente necesario para el proceso de paz en Yemen. #PazEnYemen

Toda la información e imágenes son de FREEDA MEDIA.
Link original: https://freedamedia.es/2020/12/24/yemen-es-aun-el-peor-lugar-del-mundo-para-ser-mujer/?fbclid=IwAR31oPKe84xHaWUb_7lnl3hxW_naLxR7as1RSyQOnZdpp32UX-P7RV1ee5U

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