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FAUSTO: ¿Quién es aquella?

MEFISTÓFELES: Vela bien: es Lilith.

FAUSTO: ¿Quién?

MEFISTÓFELES: La primera mujer de Adán. No te enamores de sus cabellos hermosos, sin importar que sea un fino adorno que contribuye tanto a su belleza, porque cuando con ellos alcanza a un joven no lo deja ir más.

 

De entre los mitos y creencias religiosas que más han influido en nuestra visión del mundo y en nuestra forma de concebir las relaciones entre hombres y mujeres, hay uno que los supera a todos: el mito de la creación.

Todos conocemos la historia, pero la resumimos brevemente: Adán está solo y triste, pues él es el único ser humano que ha sido creado. Dios se lamenta al verlo tan abatido y afirma: “No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude“. De forma que comienza a crear muchos animales de diferentes especies, con la esperanza de que Adán pueda encontrar entre ellos alguno que le iguale, pero claro, no funciona, porque esas criaturas son demasiado distintas a los humanos. De forma que Dios decide entonces crear algo semejante a Adán, pero ¿cómo? Cuando este se duerme, le roba una costilla y trabaja sobre ella hasta crear a Eva, la que será “la hembra del varón”.

Esta vez es carne de mi carne y hueso de mis huesos; ésta será llamada varona, porque del varón fue tomada.

Y a partir de ahí, las cosas no le van mal a Adán. Nada mal. De acuerdo con lo que leemos en el segundo capítulo del Génesis, además de a Eva, recibe de Dios el dominio indiscutible sobre las plantas y los animales. Una sola cosa le está vetada: comer la fruta del árbol prohibido. Es suficiente con que respete esta voluntad divina para tener la garantía de que podrá vivir eternamente corriendo desnudo por el Edén, sin tener el más mínimo conocimiento de nada. Afortunadamente, a Eva se le ocurre animar un poco las cosas. Escucha a la serpiente, come el fruto y comete el Pecado Original, por el cual son expulsados ​​del Edén y llegan a descubrir lo que es la realidad, empiezan a conocer, a entender lo que es bueno y lo qué es malo. A mí Eva siempre me ha caído bien. Si creyera en la historia de la creación, le agradecería todos los días el no haberme condenado a vivir eternamente con un grado de conocimiento tan bajo.

Sin embargo, la realidad extendida difiere bastante de esa versión. Con lo que todos sabemos que a partir de la historia de la creación, Eva (y, por extensión, todas las mujeres) somos:

– Nacidas de una costilla de Adán, luego subordinadas al hombre, sin el cual ni siquiera podríamos existir.
– No particularmente inteligentes, ya que hemos sido engañadas por la serpiente.
– Demasiado curiosas e inclinadas al vicio y al pecado.

Adán, Eva, la serpiente, el árbol: son imágenes construidas para justificar y apoyar la afirmación de una sociedad patriarcal y de una jerarquía de roles dicotómicos: lo masculino y lo femenino. Pero, ¿las Escrituras realmente dicen esto? ¿Eva es realmente la primera mujer? No exactamente.

Comencemos por algunas consideraciones generales: hasta finales del siglo XVII, a nadie se le ocurre que el Antiguo Testamento podría haber sido escrito por diferentes manos y en diferentes períodos y que, por tanto, podían existir versiones diferentes. De hecho, los más ingenuos aún pensaban que había sido escrito directamente por Moisés en el año 1.500 a.C. El Génesis es el primer libro de la Torah judía y de la Biblia cristiana, consta de 50 capítulos, entre los que se incluyen los comúnmente denominados como Libro de los orígenes de la Historia, donde se recogen los relatos de la creación, el pecado original y el diluvio universal. Los capítulos que nos interesan, sin embargo, son en particular los dos primeros, dedicados a la creación. De hecho, el primero está dedicado a la creación, mientras que el segundo lo está a la historia de Adán y Eva. Sin embargo, entre estos dos primeros capítulos hay una discrepancia. En el primero, cuando se habla de la creación, se dice que Dios no creó solo al hombre, sino que creo tanto al hombre como a la mujer, a su imagen y semejanza. Sin nombrarlos todavía como Adán y Eva.

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

A la vista de esta incongruencia, es legítimo cuestionarse ¿qué versión es la verdadera? ¿Eva nació de la arcilla como Adán y en todos los aspectos es igual a él o nació de una de sus costillas? ¿Y si ambas historias eran ciertas, pero se referían simplemente a dos mujeres diferentes? ¿Y si Eva no era la primera, sino la segunda mujer de Adán?

Para responder a estas preguntas entra en juego el personaje de Lilith, considerado por la tradición hebrea, la primera mujer y la primera esposa de Adán. A decir verdad Lilith – o Layla – que también se encuentra en otras religiones mesopotámicas antiguas, y quien se remonta a un período anterior al nacimiento del judaísmo; era un demonio femenino, que trajo con ella tormenta, infortunio, enfermedad y muerte. En El Génesis, Lilith nunca aparece, pues para muchos es un personaje incómodo y “políticamente incorrecto”. En cambio, los textos de la Cábala judía nos cuentan su historia junto con el mito original de la creación. Según estos textos, de hecho, en el principio no existían Adán y Eva, sino Adán y Lilith. Dios los creó modelando dos montones idénticos de arcilla, por lo que los creó iguales, al mismo nivel, a su imagen y semejanza. Lilith era tan libre como Adán, pero Adán trató de subyugarla, en especial sexualmente, y ella se rebeló. 

Ella dijo,”Yo no me acostaré debajo”, y él dijo,”Yo no me acostaré a tu lado, solo encima de ti. Pues estás hecha solo para estar debajo, mientras que yo fui hecho para estar encima”.

Entendidas las intenciones de Adán, Lilith invoca el nombre de Dios y decide abandonar el Jardín del Edén. A diferencia de los otros personajes que habitan el Paraíso: ella decide irse libremente. Y en el mismo momento en que toma su decisión, se da cuenta por sí misma, a diferencia de Adán, de que todavía se encuentra en un estado de profunda inconsciencia. En este sentido, uno podría decir que Lilith es el primer ser humano verdadero, en quien la profundidad subjetiva y la libertad de acción –con las consecuentes responsabilidades– se entrelazan, exactamente como ocurre en la vida ordinaria. Lo paradójico es que, para convertirse en humana, Lilith realmente no necesita convertirse en tal, es decir, no ha de comer ningún fruto prohibido ni renunciar a su inmortalidad. Simplemente escoge no querer someterse a nadie.

Para resumir la historia, Lilith se va y, por supuesto, Adán no se queda ahí plantado mirando cómo esta se marcha, sino que invoca una hueste de ángeles que la persiguen hasta encontrarla junto al Mar Rojo, en una región poblada por demonios lascivos. Lilith convivía con ellos y había procreado miles de hijos, mitad demonios mitad humanos. Los ángeles le ordenan que vuelva a casa. Puedes imaginarte la reacción de Lilith: si al principio quiere huir de aquel que quisiera dominarla, imaginemos lo feliz que se sentía siendo perseguida y forzada a regresar a donde no quería estar.

Los ángeles, confundidos, la amenazan nuevamente: “Si no regresas con Adán, cien de tus hijos morirán cada día”. Ella responde que en la misma manera matará a los hijos de los hombres, que los niños estarán bajo el peligro de su ira por ocho días tras su nacimiento y las niñas por veinte.

Como respuesta a la persecución, Lilith se reafirma en su decisión: responde que prefiere arrojarse ella misma al Mar Rojo antes que volver con Adán. Y se queda donde está, reconstruyendo una vida y una prole demoníaca. A la luz de esta versión, parece más fácil entender la cara triste y frustrada de Adán que adelantábamos al principio del artículo, la cara de pena con la que convence a Dios para crearle otra esposa, esta vez idéntica a él, pero sumisa por nacimiento, para evitar otra decepción. Y aquí aparece Eva. Y he aquí por qué, en el segundo capítulo de Génesis, cuando se encuentra frente a la mujer que nació de su costilla, Adán dice, como hemos visto antes: “Esta vez es carne de mi carne y hueso de mis huesos”. Con “esta vez” se refiere al hecho de que Eva no es la primera y, de hecho, la primera vez las cosas no le fueron bien.

Mi opinión personal acerca del mito de la creación del ser, está alineada con la del escritor italiano de origen judío sefardí Primo Levi, quien nos habla de forma sencilla acerca de los conocimientos vetados de los textos apócrifos:

Según algunos pasajes de la tradición judía, Lilith intenta ayudar a Eva.De hecho, Lilith podría ser la misma serpiente que seduce a Eva para caer en la tentación, y lo haría para liberarla, despertarla, ayudarla a ponerse en contacto consigo misma por primera vez, hacer que también descubra el bien y el mal, el amor y el dolor. Ayudándola a adquirir conocimiento.

En general, según fuentes hebreas, a Lilith se la describe como una mujer hermosa, con el pelo rojo o azul y con cuerpo animal, descripciones que varían según la interpretación. Capaz de atraer a cualquiera, su belleza es tan perturbadora que es aterradora, porque es inmanejable. Presente en personajes femeninos de la mitología clásica, Lilith es una de las formas en que se ha representado el misterio de la feminidad, tan insondable y diferente como aterradora, tan caótica que debe mantenerse bajo control, siempre subordinada a algo. En Lilith, sin embargo, estos elementos parecen más ancestrales que en otros personajes. Su existencia, incluso antes del nacimiento del judaísmo, su huída del Edén, su sustitución por Eva, la convierten en emblema de la transición de una sociedad originalmente matriarcal a una sociedad patriarcal, o una alternativa válida al arquetipo de Eva, lo cual no es necesariamente erróneo, pero no engloba en sí mismo todas las formas de la feminidad.

Por esta razón, a día de hoy, Lilith es mucho más famosa que antes y, con la disolución progresiva de la jerarquía basada en el género, se ha convertido en el símbolo de aquella que no se somete a la voluntad de los demás, que no tolera las injusticias y se rebela contra Dios para poder afirmar su libertad de elección y autodeterminación.

Indignada porque Adán, ante su negativa, intentó tomarla por la fuerza, invocó el nombre mágico de Dios que, dándole alas, le permitió huir volando del Paraíso.

Toda la información e imágenes son de Freeda
Link original:  http://freedamedia.es

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